El sentido del agua
La palabra propiocepción deriva de sus raíces “propio-”, que significa de uno mismo; y “-cepción”, que significa consciencia. Es decir, la consciencia de lo propio: la consciencia de la propia postura corporal con respecto al medio que nos rodea. Pero el medio que nos rodea es muy peculiar. El agua, por sus características propias y más concretamente por su densidad, no es demasiado propicia a transferirnos estímulos con los que excitar a nuestros mecanoreceptores y conformar nuestro esquema corporal en movimiento.
Exteroceptores como el tacto y sus receptores especializados, tienen limitada la información a recibir, debido a las características del agua, solamente propiciada por la velocidad imprimida en los trazos subacuáticos de las superficies propulsivas de los nadadores, o por la posición durante los mismos.
La propiocepción, o consciencia personal, se va forjando a lo largo de las experiencias personales, recibiendo información de múltiples fuentes, unas situadas en el vientre muscular denominadas “Husos neuromusculares”, otras en los tendones y en las uniones de éstos con los músculos conocidos como “Órganos tendinosos de Golgi”, los “Propioceptores capsuloligamentosos” que se encuentran en la cápsula y ligamentos e informan a la corteza cerebral de la posición y el movimiento de la articulación. Son cuatro receptores: de Ruffini, de Paccini, de Golgi-Mazzoni y de terminación libre. Por último, los “Propioceptores vestibulares” se encuentran en el oído interno informando de la posición de la cabeza y del movimiento de esta.
Todo este entramado de transductores de información son los encargados de llevar a la corteza cerebral y al cerebelo "el sentido del agua”, acuñamiento muy extendido y popular pero que en realidad deja muy difuso su entendimiento por el deportista durante su aprendizaje y entrenamiento.
La Percepción Háptica, conformada por ambos sistemas de información, el tacto y la propiocepción, se erige, desde nuestro punto de vista en el “bastón del nadador”, en el sistema “Braille del deportista”, en el tutor que nos ayudará a sentir o hipersensibilizar ese inmenso campo receptivo del que disponemos.
El esquema motriz generado por nuestras experiencias, tiene ciertos componentes que alteran la realidad de nuestra percepción. Las explicaciones verbales, los sonidos, la flotación, las imágenes recibidas por observación de vídeos u otros deportistas de referencia para nosotros, van conformando cognitivamente una idea de nuestras posturas y movimientos tan personal como errónea en muchos casos. El estilo del que vamos a hacer acopio durante nuestra carrera deportiva, o simplemente en nuestra sesión de natación salud, estará distorsionado en mayor o menor medida respecto de los movimientos y posturas objetivas bien calificadas por un entrenador, otro deportista o simplemente una cámara de video. La formación cognitiva que hacemos de nuestra imagen corporal en movimiento, se crea desde lo ideal, desde la creencia de estar ejecutando adecuadamente lo que estamos aprendiendo, pero la observación por el nadador o triatleta de sus gestos, causará en el mismo, cuanto menos, sorpresa.
La flexibilidad, la elasticidad, la fuerza de cada segmento corporal, es muy diferente en cada deportista y sus limitaciones en muchos casos, determinan su utilización y los resultados. Si además no hemos estimulado de forma adecuada todo el árbol neuronal del que disponemos, la distorsión puede ser mucho mayor. ¿Cuántas veces hemos visto a un nadador cambiar gestos supuestamente automatizados o adquiridos desde hace mucho tiempo? Si preguntamos por su percepción, nos responderá claramente que su estilo sigue siendo el mismo.
J. Bonal Pedrón
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